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¿QUIÉN ES MI PRÓJIMO?

No estoy de acuerdo con algunos diccionarios que definen la palabra prójimo como: “Cualquier persona respecto de otra. Cualquier miembro de la humanidad respecto a uno mismo. Semejante”.
Desde el punto de vista bíblico el significado de la palabra prójimo es otro, pues según Mat.5:43, a los antiguos se les había dicho: “Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo”, estableciendo así un contraste en que enemigo y prójimo vienen a ser opuestos, aunque por supuesto, tanto uno como el otro son seres humanos. La palabra prójimo, por tanto, puede ser aplicada a nuestros benefactores, sean o no sean de la misma familia, raza, credo o nacionalidad, pero nunca a personas totalmente desconocidas, y menos a alguien que procure dañarnos, o que de alguna manera pueda ser considerado como enemigo nuestro.
El Señor Jesús, quien vino a magnificar la ley, dijo:

"Mas yo os digo: amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen." Mat.5:44.

Pero aquí Jesús no estaba diciendo que amáramos a nuestros enemigos como a nosotros mismos, sino que debemos amar a todos nuestros semejantes, aun a nuestros enemigos, pero no necesariamente en la misma medida en que debemos amar al prójimo, que es a quien sí debemos amar (no más, no menos) justamente como a nosotros mismos nos amamos.
En el Nuevo Testamento se hace mucho énfasis (Mat.5:43; 19:19; 22:39; Mar.12:31; Luc.10:27; Rom.13:9; Gál.5:14) en que los seguidores de Cristo pongamos en práctica el segundo gran mandamiento de la ley, que dice: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, pues en él se resume la segunda parte del Decálogo; pero esto no es un mandamiento nuevo dado por Jesús, pues en verdad se trata de un mandamiento tan antiguo como todos los demás que aparecen en el Pentateuco (y que podemos leer en Lev.19:18). Lo que hizo Jesús fue darle un nuevo enfoque a este mandamiento, o sea, interpretarlo en el verdadero sentido con que fue dado en el principio, y no en la forma desviada en que, al igual que otros muchos mandamientos, lo estaban interpretando y aplicando los judíos, para quienes la palabra prójimo había llegado a ser considerada como sinónimo de compatriota o correligionario, ya que su nacionalismo exagerado no les dejaba ver algo bueno en un extranjero. En cambio Jesús, mediante la parábola del Buen Samaritano (Luc.10:29-37), hace ver claramente que el prójimo de uno puede ser alguien que, por encima de las diferencias étnicas, políticas o religiosas, esté dispuesto a prestarnos la ayuda necesaria en forma desinteresada.
Repito: Creo que la palabra prójimo, en verdad, no tiene un significado tan estrecho como el que le daban los antiguos judíos, ni tampoco tiene un significado tan amplio como el que le dan algunos diccionarios actualmente. Ni más acá, ni más allá, creo que, yo soy el prójimo sólo de aquellos con quienes uso de misericordia, y de la misma manera, mi prójimo es todo aquel que usa de misericordia conmigo. Los demás son mis semejantes, a quienes también debo amar, pero sin una medida expresamente determinada por la Palabra de Dios.

Ob. B. Luis, febrero de 1994.